La ciudad



En algunas ocasiones, cuando camino por las calles de una ciudad cualquiera; sea propia o extraña, como siempre acompañado de mis pensamientos, me doy cuenta que no hay ciudad tan propia o tan extraña; en general los animales de ciudad somos mas o menos iguales en todas partes, ajenos a lo que a nuestro lado pasa, siempre y cuando no nos afecte, al mismo tiempo ávidos que nos afecte positivamente, deseosos de ser reconocidos o de ser ignorados según sea el caso, de recrearnos la vista pero sin ser capturados en nuestro afán, de sortear obstáculos o minutos.
Luego de tanto caminar, tantas veces tantas ciudades, llega el momento que todo es confuso, o al menos quiero confundirme, será está o áquella, Barcelona o New York, Bogota o Río, Asgard o Pandemónium, caminas y al cruzar la calle te encuentras la Torre Eiffel, doblas la esquina y encuentras la entrada a una favela, en el quiosco puedes comprar El Granma sentarte a leerlo en Plaza de Yamaa el Fna y al levantar la mirada puedes ver el World Trade Center que aún esta allí. Por su parte ellas, las ciudades, te olvidan a cada instante, para ellas dejas de existir al segundo que bajas del bus, o te levantas del banco de la plaza; eres sustituido por otro igual de importante que tu, es decir alguien sin importancia, eso la hace impersonal impropia, desagradecida. 
Pero luego ella o quizás alguno de sus hijos , tan desdeñados como tu, tan olvidado como tu, te acaricia, te saluda, te sonríe o recuerda como tomas el café, y entonces comienza la magia, la ciudad esa que hasta hace un momento era tan ajena como cualquier otra, cobra vida se vuelve madre, hija, novia y esposa.
Es ese momento cuando ella te ocupa a ti y dejas tu de ocuparla para habitarla, esta dentro de ti y le correspondes, le galanteas e incluso quieres qué esa relación perdure. Pero pasa, a veces pasa que conoces otra ciudad o alguien te habla de ella.

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